viernes, 23 de enero de 2009

Ceguera

Es posible escuchar el sonido del tiempo.
Ella se encuentra derrumbada en el colchon, sus pies cruzados, su iris ciego, su alma alborotada.
Las ideas vuelan, buscando un acuerdo eterno con lo que alguna vez fue su incognita, ahora quiza sea solo una verdad embarrada.
Manotea el abandonado libro, que una y otra vez solo habria podido hojear dos paginas, y enciende esa lampara para que en la habitación se ilumine el espeso aire.
Afuera, en su ventana, en la que solo se ve una porcion de cielo, se escuchan lejanos suspiros de placer…
Ella, otra vez ella, indiferente e insatisfecha piensa en no pensar una vez mas.
Se suceden repetidas imágenes y cae en la absoluta conciencia que apenas pudo cerrar los ojos quince minutos ese dia, esa vida.
Y otras ellas, que al final siguen siendo una, discuten en su mente, se reconcilian y desacuerdan.
Fantasian con la ilusa idea de que venga otra Ella y las asesine brutalmente y sin culpa.
Entonces, el tiempo que no pasa, sigue pasando.
Ella necesita de El, necesita de ella.
Y todo parece tan irreal y lejano, las manos estan atadas y vuelan a su alrededor una sucesion espeluznante de hilos magneticos que la recorren inquietos y desafiantes, por el norte, por abajo, por el centro… La transportan al mismo sitio donde esta parada, detenida: intentan dibujar siluetas, palabras, deseos, sentimientos.
Tejen un camino virtual, la empujan y la someten.
Ni siquiera existe ya el dolor, ella se encuentra frente al dilema neural de su existencia y tal vez sea lo mas simple que hayan recorrido sus pasos.
Ella se encuentra en el Otro, juega a escaparse, a mentir su verdad.
Juega a creer en su propia mentira.
Cuantas veces ha soñado extraviarse de la lucidez de la conciencia? Es que siente todo tan literalmente, como siente carnalmente, instintivamente, intuitivamente, y con intensidad desquiciante.
Y si el impulso extremo tuviera que ver incluso con los laberintos?
Y si desdoblando el prejuicio de ver todo realmente, pudiera al fin, volar?
Ella esta detenida, intentando no esperar, pero el tiempo que no es tiempo se hace carne en sus pupilas y se imagina en penumbras acariciando el olvido.