sábado, 18 de julio de 2009

Crónica del Regreso I (Cap I)

Eran algunos pasos y parecían millones… Las pupilas perplejas miraban hacia atrás, siempre hacia atrás, el camino recorrido.
Ya no quedaban pájaros en los bolsillos.
Siempre había mirado aquel sendero de piedras regocijándose en la derrota, en el dolor, limpiando una fría lágrima de su mejilla con un sucio pañuelo desleal.
Pero ahora todo en sus labios sabia amargo, ni siquiera le quedaba la excusa de la felicidad que le producía ser ese extraño ser incomprendido. Ya no se tenía consigo.
Y todo lo demás, eran solo rostros.
Ni siquiera ojos… Vacío. y afuera? Nada más. Y adentro? (…).
La ausencia de miradas llenaba la habitación en la que había decidido encerrarse por un tiempo.
Las heridas alimentaban el grosor de las paredes, que se llenaban de pretextos, de pretéritos, de no libertades y de miedos, que ni siquiera eran confesados.
Ella solo gritaba ser la niña de los ojos grises, de los sueños intactos, de las alas de papel.
Y cada vez se escapaba más de su lado esa porción de todos los cielos.
Todos los días volvía a reinventarse, estaba agotada de ser todas y ninguna.
Todas las noches la esperaba una muerte de raíces.
Ella veía mas allá, decidía escribir para tomar el camino de la libertad, el que nunca se había animado a escoger, o tal vez si, en otro tiempo. Un camino para no ser, nunca mas, (pero faltan veinticinco segundos para esto).
Eran demasiadas luces y algunas sombras dibujadas, testigos de ese reconocimiento.
Eran demasiadas, para tomarlas como reales.
En el medio de su propio laberinto, porque todo lo demás había dejado de existir hace siglos.
En aquel laberinto que no la protegía, era imposible salir en busca de lo que ella soñaba cada noche, antes de todas esas muertes esperadas.
Aquel laberinto de no palabras, de no besos, de manos sin corazón, de almas sin dueño, ella jugaba a ser asesina y victima.
Todas las noches nacía y todas las noches mataba y moria, y al otro día, ya nadie pronunciaria su nombre, encendido.

No hay comentarios: